El libro de la historia del Colegio Verdemar
La obra que tienes en tus manos es el fruto del trabajo de un conjunto de personas que han participado y participan en esta realidad llamada Verdemar. Es una tarea concebida con el propósito de dejar testimonio de la existencia de esta cooperativa, nacida del compromiso y el entusiasmo de una pequeña porción de la sociedad civil de Cantabria volcada hacia el ámbito de la educación. Se complementa también con el objetivo de hacerlo público, para que tanto los que estamos dentro formando parte de esta comunidad educativa como los que desde fuera quieran conocernos mejor, comprendamos y comprendan cómo hemos llegado a ser lo que ahora somos.
Para lograrlo había que convocar a todos los colectivos de personas que han formado parte de la vida de Verdemar, desde los fundadores, hasta el personal trabajador, las familias y el alumnado, invitando a los interesados a dejar constancia de sus vivencias mientras formaron parte de nuestra institución, agradeciéndoles calurosamente su colaboración.
Una obra que nace bajo estos auspicios tiene que tener un perfil singular, como lo es la experiencia que pretende contar. No puede ser una historia al uso, en el sentido formal del término, como la que hacen los historiadores que se desenvuelven dentro del ámbito profesional y académico. La obra que tienes ante ti es, sobre todo, un ejercicio de memoria que se parece a una historia en tanto que los recuerdos se nos ofrecen siguiendo la secuencia temporal de un relato. Es la memoria de personas que pertenecen al presente, evocando acontecimientos del pasado que forman parte de sus vidas en su variada condición de gestores, trabajadores, de familias, o bien de estudiantes del Colegio en que se han formado. Por lo tanto, sus recuerdos se convierten en testimonios de algo que sucedió y que merece ser objeto de la historia. Si hubiera que relacionar lo que este libro nos ofrece con los relatos históricos convencionales, diríamos que guarda un cierto paralelismo con lo que se denomina historia del presente, basada en fuentes orales, que podrá ser utilizado en el futuro como un documento para la historia.
Al tratar de organizar estos recuerdos hemos partido de la convicción de que Verdemar es el colectivo humano que lo ha creado, conformado y transformado a lo largo del tiempo. Que Verdemar no solo es el comienzo, los difíciles, pero gozosos orígenes fundacionales, donde se plasmaron los grandes ideales nacidos de una hermosa utopía, sino todo aquello que han construido las personas que han dejado su impronta a través de estas cuatro décadas largas de nuestra historia. Eso es Verdemar: la historia de su gente. Y esa historia está en todos los momentos y en todas las personas, es un proceso que discurre en el tiempo, pues si cada día tiene su afán, cada momento histórico, con su complejidad, impone sus necesidades a las que con mayor o menor éxito se adaptan las instituciones. Una institución educativa dejaría de ser algo vivo si se desenvolviese en un tiempo congelado, lo que afortunadamente no ha sucedido con Verdemar, a pesar de las dificultades que ello ha supuesto en ocasiones, vividas como la lucha entre la fidelidad a los orígenes y las exigencias del momento.
Las personas cuyo testimonio desfila a lo largo de estas páginas han vivido de manera diferente su trayectoria en Verdemar. Solo contamos con un número muy reducido de quienes en el curso 1967/68 pusieron en marcha el Colegio, pues algunas de las familias y profesores que iniciaron esa aventura ya no están entre nosotros, por lo que su presencia se vivifica con el testimonio de familiares, amistades, compañeras y compañeros. Dada la diferencia de edad existente entre las personas que en estos momentos trabajamos en la Cooperativa Verdemar, nuestra vinculación con el Colegio no siempre ha durado lo mismo ni ha tenido la misma intensidad, por lo que nos encontramos con testimonios tan variados.
Este amplio abanico de experiencias está enriquecido con la colaboración de aquellas familias y de aquellas antiguas alumnas y alumnos (muchos de los cuales, ya madres y padres, nos han confiado a sus criaturas practicando la noble virtud de la reincidencia) que han querido prestarnos su testimonio para que lo hiciéramos público, secundando nuestra iniciativa.
El hecho de que la gran mayoría de estos testimonios, atemperados por el paso del tiempo, cuya pátina dulcifica el recuerdo, rememoren vivencias positivas en nuestro Colegio representa un doble motivo de alegría para quienes educamos y hemos educado en Verdemar, pues a la satisfacción que nos produce el reconocimiento del trabajo bien hecho se suma el orgullo que supone hacerlo público.
La autoría de esta obra se debe, por lo tanto, a muchas personas, cuya contribución ha sido diferente, llegando a convertirse una parte importante del trabajo que acogen estas páginas ella misma en una experiencia pedagógica, mostrando que lo que se cuenta se predica también con el ejemplo.
En efecto, al testimonio de los demás se suma el trabajo de nuestro alumnado de 5º de Primaria, en su papel de entrevistadores de personas que protagonizan este libro, como por parte de 3º de Secundaria, estudiando el marco histórico de cada época, el cual nos permite situar los acontecimientos que dan cuerpo a esta pequeña historia.
De esta heterogeneidad de autoras, autores y de formatos no podía esperarse un libro que gozase del atributo de una unidad de estilo, pues cada uno tiene su voz, que ha sido totalmente respetada, dejando que fluyesen libremente las vivencias y opiniones de cada persona. Solo la estructura sirve de organizador de este caudal de experiencias. Estamos ante una obra coral, y algo más difícil todavía, en trance de interpretar una partitura polifónica, cuidando de que el sonido resulte armonioso. Si desentona o no, es el lector quien tiene la última palabra. Se trata de un libro que se singulariza porque sigue el estilo de las publicaciones nacidas al amparo del sello Verdemar, cuya parte gráfica y diseño hemos pretendido que reforzasen la transmisión de nuestro mensaje.
Para acometer esta tarea, el relato histórico que se obtiene a través de los testimonios volcados por la memoria de las personas se organiza en cuatro décadas históricas, precedidas de un capítulo dedicado a los orígenes. Cada una de ellas se subdivide, a su vez, en varios apartados que analizan de forma monográfica aspectos diferentes, proporcionando al lector las referencias necesarias para que se forme una idea, en primer lugar, del momento histórico que correspondió vivir, así como del ámbito normativo bajo el que se desarrolló el proceso de enseñanza-aprendizaje, para pasar, en segundo lugar, a conocer la labor realizada por las personas que trabajan en el Colegio y son socias y socios de la Cooperativa Verdemar, examinando finalmente los testimonios dejados por familias y alumnado.
No podemos vivir sin memoria, sin incorporar el pasado que nos ha transportado hasta el presente, pues lo que hemos sido forma parte de lo que somos y se integra hasta darnos una determinada identidad. Pero esta obra no colmaría nuestras expectativas si no mirase también hacia el futuro, ese tiempo por venir en el que Verdemar irá creciendo, enriqueciendo su trayectoria, y las próximas generaciones estarán ahí para recordar lo que fue con la ayuda que les pueda proporcionar un libro como este.






Todo tiene un comienzo, incluidos los sueños, pues Verdemar es fruto de uno de esos sueños colectivos que de vez en cuando salen de las fantasías humanas.
Eran los esperanzados años sesenta del pasado siglo, cuando un grupo de familias imaginó una fórmula mejor para cuidar y educar a sus hijas e hijos mientras cumplían su jornada laboral. Querían una enseñanza comprometida con la formación integral y con unos valores sociales de carácter humanista y solidario.
Se reunieron, propusieron, debatieron en sesiones interminables, se informaron del rumbo que estaban tomando los movimientos de renovación pedagógica a través del contacto con algunos docentes que compartían su proyecto, y se pusieron manos a la obra, comenzando la casa por los cimientos, esto es, por la educación de los más pequeños.
Entonces queríamos inaugurar un colegio abierto, con una enseñanza adaptada a nuestro entorno, respetuosa con el medio ambiente, con igual consideración a niñas y niños, atenta a la evolución individual, no competitiva, en donde el derecho al juego se tomase en serio y el ritmo del trabajo fuera acompañado por el sonido de las risas infantiles.
Imaginábamos que la educación era una empresa de colaboración entre madres, padres y todo el personal trabajador, por medio de la cual transformar el desconocimiento y la indiferencia mutuas en cooperación entre todos.
Deseábamos poder ofrecer un servicio a las familias y ayudar a aquellas más desfavorecidas.
Apostábamos por un trabajo constante de formación, en el que la educación debería traspasar el plano infantil para llegar al personal trabajador y a las familias.
Soñábamos con buscar nuevas formas de enseñar y aprender para convertir a las niñas y niños en protagonistas del propio aprendizaje. Soñábamos tanto que la educación nos parecía una forma de cambiar el mundo.
Era necesario organizarse y buscar un nombre. Una melodía del momento, “Yellow Submarine” de los Beatles, que nos canta sobre el azul del cielo y el verde del mar, ligado a nuestro entorno, sirve de referencia a este “submarino” que busca un “Verdemar” de libertad, como lo encarnaban los autores de la canción. Y una organización democrática: la sociedad cooperativa, donde caben todas las familias y todo el personal trabajador (docente y PAS) y donde cada persona es un voto.
Francisco Susinos Ruiz
Fue miembro del grupo de personas que crearon el Colegio, socio fundador y primer presidente de la Cooperativa Verdemar. Resulta muy difícil ofrecer una visión completa de la personalidad de Paco, así como del papel tan decisivo que desempeñó en el laborioso y complejo proceso de la creación de Verdemar, pues estamos ante una de las personas relevantes del grupo de fundadores. Por ello, nos ha parecido más adecuado ofrecer 1967 – 1970 27 varios testimonios de quienes lo conocieron y trabajaron con él desde los primeros pasos del Colegio. Estos testimonios proceden del homenaje que se le hizo a Paco en Verdemar tras su muerte.
En palabras de Ángel Duque: “Verdemar no ha sido posible solo por Paco, sino por un gran grupo de personas, pero no hubiera sido posible sin él. Paco Susinos fue un elaborador de ideas, tremendamente trabajador, pues hasta en los últimos días de su enfermedad era capaz de transmitir la ilusión de seguir adelante (todavía me emociona recordarlo). Fue integrador, pues cuando se trata de llevar adelante una utopía como era Verdemar, los problemas cotidianos surgen y es difícil coordinarlos, limar asperezas, y en ello Paco nos unió siempre. No se abatía fácilmente con los problemas serios que hubo, él te convencía de que se podían superar y hasta salías fortalecido. Hay muchas personas que, como yo, estamos orgullosos y agradecidos y sentimos una gran admiración y respeto por haber formado parte de la utopía de entonces y que hoy es Verdemar”.
Sentimientos similares son los de Tomás López que, además, destacaba la amistad: “Paco fue mi amigo, caminamos juntos, buscando concretar esa idea de la justicia, el bien para las personas, la felicidad, discrepando muchas veces, pero trabajando siempre por ese mundo más bello, utópica y realmente posible. Su vida quedó truncada en lo mejor de su caminar”.
Abundando en estas reflexiones, Marina (madre de la familia Irastorza), apuntaba que: “La incorporación de su familia al Colegio supuso la evidencia de una serie de valores no frecuentes en aquella sociedad, destacando el compartir, el esfuerzo, el trabajo, el saber, la carga económica y, sobre todo, la amistad”. Veía a Paco como un hombre excepcional que, incluso en sus últimos meses de vida, mantuvo su ilusión por el estudio, su trabajo en el ICE (Instituto de Ciencias de la Educación) y la fe en Dios.
Sagrario, la primera maestra: “Recuerdo cuando Paco y un grupo de amigos entusiasmados mostraron su proyecto, el germen de lo que hoy es nuestro centro. Hoy este Verdemar ha crecido gracias a la colaboración de muchas personas implicadas, que unieron sus esfuerzos para que nuestro alumnado asumiera aquellos valores e ilusiones de entonces”.
“Paco las representa a todas ellas”, en palabras de Juli entonces con funciones de directora técnica. “En esta tarea encontró siempre a su lado el fiel apoyo de su mujer, Citas, partícipe de sus ideales, pues ella ha comprendido, como compañera 28 1967 – 1970 nuestra de profesión, las dificultades con las que nos encontramos cada día a la hora de llevar a cabo nuestro proyecto educativo”.
Citas subrayaba su agradecimiento por el cariño mostrado hacia Paco, porque “Esto es infinitamente más grande que toda la admiración que se le pueda tener por sus valores. Vuestro cariño nos devuelve una imagen de él más humana, próxima, querida y esto nos hace sentir su presencia de una manera más noble. Es más, si Verdemar hoy es una realidad, es un milagro de la amistad; si no hubiesen sido amigos aquellos hombres y aquellas mujeres, Verdemar no hubiese existido”. Y como nos recordaba Citas, en palabras de Paco, “En Verdemar lo hemos pasado muy bien, hemos hecho grandes amigos, aquí están nuestros mejores amigos, ¡qué más éxito se puede tener!”
La Cooperativa
Verdemar es una pequeña realidad, que se pierde entre la infinidad de centros educativos privados de todo tipo; ésa es su cara externa. Pero desde dentro, desde el punto exacto en que han confluido una serie de ilusiones, sacrificios e iniciativas, Verdemar, al año de su existencia, quizá pueda ser calificado como aventura no común. Todo, incluso su misma denominación, lleva el signo de la generosidad y la esperanza.
Por mayo de 1967, tuvo lugar la primera reunión informal, en que nos congregamos, medio al azar, un grupo heterogéneo de ocho personas. Ninguna interconexión preestablecida (profesional, económica, institucional, política, religiosa, ni siquiera puramente de amistad y conocimiento previo) nos ligaba; nada, en el pasado, servía de fuerza impelente. La verdad llana y sencilla es que, a partir de ese momento, comenzamos a formar grupo, atraídos por un común propósito. Así, hemos constatado que, para los hombres, el fin es verdaderamente la causa de las causas y que los grupos humanos montados sobre hechos pasados fácilmente se rompen y remoldean con el descubrimiento de un nuevo quehacer. Esta vivencia históricosocial es el primer beneficio, que hemos recibido de Verdemar.
El Anexo I recoge nuestro escrito fundacional de julio de 1967. En el aparece la claridad con que, inicialmente ya, expresábamos nuestra intención: nos preocupaba la promoción humana de la mujer casada, confinada a sus labores y sus hijos; nos preocupaba la situación desasistida social y pedagógicamente de los niños prepárvulos, especialmente en los medios urbanos. Veíamos necesaria la proliferación de escuelas maternales que afrontaran directamente la segunda necesidad enunciada y, en compañía de otros muy diversos factores, la que hemos señalado en primer lugar; nos sentíamos urgidos a comenzar, al menos con un primer centro, que fuera invitación y exigencia, ante nosotros mismos y ante la sociedad en general, para la creación de muchos otros Centros.
Otros dos principios se nos imponían con la misma evidencia: repugna a una conciencia normal (por más que pueda ser económicamente rentable) crear un centro clasista; repugna igualmente la comercialización de un servicio de tipo educativo.
Nos debatíamos entre el deseo y las disponibilidades materiales. No disponíamos de fondo económico previo; las
24 1967 – 1970 posibilidades particulares mismas de los componentes del grupo eran exigua potencia económica; tampoco podíamos fundar la esperanza de sustanciales ayudas oficiales ni de instituciones privadas. Sin embargo, se nos ha repetido infinitamente que un centro de enseñanza cuesta caro. ¿Habría que abandonar el proyecto? ¿Convendría olvidar, siquiera por el momento, la voluntad de apertura a toda clase socio-económica? ¿Compensaría buscar un mecenazgo económico, aunque tuviéramos que cambiarle por una parcial claudicación de los principios señalados? Constatar las dificultades, las imposibilidades que entraña un proyecto de este espíritu dentro de nuestra sociedad ha sido, indudablemente, un segundo gran beneficio que debemos a Verdemar.
El equipo fundacional nos dedicamos, ya por el verano de 1967, a buscar socios (amigos de Verdemar). No pretendíamos la ayuda económica que comprometiera el espíritu fundamental del Centro; ni siquiera nos pareció nunca estimable la ayuda hecha inconscientemente o por presión amistosa. El socioamigo de Verdemar solo tiene sentido pleno, si es partícipe de los fines del Centro. En tal forma, desde siempre pensamos que debían tener permanente acceso a su situación económica y a sus logros pedagógicos. De tal forma, fuimos haciendo partícipes y colaboradores de la idea a unas 130 personas; y todo ello, sin recurrir a la prensa ni a ningún otro tipo de propaganda o de presión de masas, sino simplemente por el contacto y diálogo directo interpersonal. A lo largo del curso, unos 30 de los amigos-socios iniciales se han ido dando de baja; manifiestamente, nos cuesta mucho a los humanos contribuir a algo
que no soluciona una dificultad concreta e inmediata nuestra; sin embargo, también queda manifiesto que es posible aún la generosidad, la colaboración incluso de tipo económica, es lo que nos enseña más de un centenar de personas que han venido ayudando a Verdemar a cambio de nada.
Se acercaba el comienzo de curso. Ninguna asesoría económica hubiera aconsejado la apertura del Centro; pero temíamos, y a lo largo del año, hemos ido comprobando ampliamente, que nunca tendrá adecuadas garantías económicas un centro de enseñanza como el que proyectábamos.
Así es que se impuso la decisión de comenzar el 11 de octubre de 1968. El local era ofrecido gratuitamente por unos miembros del equipo; nuestra información previa de centros similares en París, Barcelona y Oviedo nos hacía ver la extraordinaria importancia de la Profesora: el trabajo con este tipo de niños no es proporcionable a quien no valga para cosa mejor sino que es propio de personas vocacionadas y especializadas; por eso, nos felicitamos de encontrar a la Srta. Sagrario Fernández 1967 – 1970 25 López, que contaba con varios años de experiencia y favorables resultados en esta labor. Para la revisión médica e indicación del régimen dietético se nos ofreció desinteresadamente el Dr. Lastra San Julián. El transporte de los niños una serie de agencias y personas particulares y una más varia gama de precios; Autobuses Galán nos ofreció las mejores condiciones, y tenemos que darle también nuestra parte de agradecimiento.
No queríamos acudir a la prensa, para evitar los clásicos tópicos de la propaganda de la enseñanza comercializada. Desde un principio, quedó bien clara cual era nuestra posición ante este problema: como no entrábamos en competencia económica, tampoco necesitábamos de la prensa como instrumento de recaudación de alumnos; por otra parte, los niños de tan temprana edad constituyen aún un campo casi totalmente virgen, extrañamente sin explotar todavía. Así que no fue difícil tener también alumnado suficiente. Pensábamos al principio formar un grupo de 25 niños; después hemos tenido que ampliar el número a 30.
Verdemar comenzó a funcionar como Colegio en el curso 1967/68. Hasta el inicio de la década de los 70, esos años pueden formar parte de la pequeña intrahistoria de los orígenes, los años de las ilusiones y las responsabilidades por el nacimiento de algo nuevo. Para construir ese relato contamos con el resumen de las ideas que figuran en el proyecto fundacional; con las aportaciones del alumnado de 3º de ESO, que ha estudiado y reconstruido el marco histórico de aquellos años; con la presentación y comentario de las leyes educativas; con el recuerdo de la primera directora y profesora del Colegio; así como con los testimonios de algunos fundadores, familias y exalumnos.
La década de los 60 en el mundo occidental representó un momento de gran dinamismo y efervescencia social, hasta el punto de que la fecha de 1968 se ha convertido en icono para representar los decisivos cambios generacionales y culturales, que en la España de la época, fueron protagonizados por los sectores más progresistas de la sociedad, tanto en el mundo laboral y social como en el educativo, buscando también el cambio político que sacase al país de la dictadura en que estaba postrado. Dentro de este espíritu se inscribe el proyecto Verdemar que pone en marcha en Santander un grupo reducido de personas, sensible al problema de la educación de sus hijos e hijas.
Esos años del tardofranquismo preparan el gran cambio legal que se operará en el sistema educativo español con la promulgación de la Ley General de Educación de 1970, aunque Verdemar tuviera que iniciar su andadura bajo las leyes anteriores. Pero el espíritu de sus fundadores, en cuanto a sus metas y objetivos, iba a ir mucho más allá de este constreñido marco jurídico, pensando en que el futuro de la educación debería discurrir por otros derroteros.
Merece la pena destacar tres principios que forman parte del ideario fundacional del grupo Verdemar, operando como objetivos de su proyecto, y que reflejan a las claras sus compromisos de carácter social y educativo. En primer lugar, como madres y padres que eran, propugnan la creación de un Colegio que libere a la madre del cuidado de los hijos, favoreciendo su promoción laboral, económica, social y cultural fuera del hogar. En segundo lugar, quieren levantar un centro educativo (inexistente en ese momento en el entorno) que acoja a sus hijos e hijas desde la edad maternal, como entonces se decía, y que forme y desarrolle todos los aspectos de su personalidad. En tercer lugar, para hacer frente a los gastos generados por la 14 1967 – 1970 puesta en marcha y funcionamiento del centro, proponen un sistema de cuotas, desde un espíritu cooperativista, que compense las diferencias económicas, de manera que cada familia contribuya de manera desigual según sus posibilidades, para que sus hijos disfruten de iguales oportunidades, allegando también aportaciones de otras personas, bajo la fórmula de socio-amigo, identificadas con los principios del proyecto.
Como sucederá con las décadas posteriores, la escritura de esta Historia cuenta con la colaboración y la complicidad de
todas las personas y estamentos que forman parte de la comunidad educativa Verdemar, pero no olvida a quienes lo fueron en otras épocas, incluido el recuerdo que conservamos de los que ya no están entre nosotros. Por ello se ha querido que por estas páginas desfilaran los primeros fundadores (destacando la semblanza dedicada a Francisco Susinos Ruiz, primer presidente de la Cooperativa Verdemar), los primeros docentes, y los primeros alumnos del Colegio, pues la memoria que atesoran, integrada por sus experiencias y vivencias, es parte de nuestro patrimonio y prolonga en el tiempo, y no solo en el espacio, la comunidad educativa Verdemar.
Carlos Nieto Blanco
1970 - 1980
Se dice que el ser humano, tras nacer en estado de inmadurez total, completa los elementos fundamentales de su desarrollo en los primeros años de vida.
Yo creo que en Verdemar se da un proceso semejante. De hecho, en la década que ahora prologamos, podría decirse incluso que en su primera mitad, queda fraguada la estructura que, a lo largo de los años, se irá enriqueciendo de contenidos y adaptándose a los tiempos hasta nuestros días.
Verdemar es el nombre de un proyecto ilusionado, revolucionario en el sentido de cambio profundo, que se fue anticipando a muchas de las innovaciones sociales y educativas que años más tarde se convirtieron en norma y que solo algunos centros escolares han llegado a poner en práctica.
Verdemar nace bajo un régimen político de dictadura. En declive ya, pero claramente vivo en la mayoría de las instituciones. Careciendo de derecho de reunión y de asociación, sin libertad de expresión (sorprende hoy día saber que las cosas eran así), Verdemar anticipa la gestión democrática y la participación en aspectos que muchos centros escolares, aún hoy, casi 50 años después, no han conseguido. Quienes vivimos aquellos años, y participábamos en el proyecto, éramos plenamente conscientes de que estábamos abriendo la puerta a un nuevo mundo.
Verdemar anticipa, al menos cinco años, los principios desarrollados en el artículo 27 de la Constitución de 1978.
Consecuentemente, anticipa también y pone en práctica, con veinte años de antelación, las líneas fundamentales de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) de 1990. El sentido profundo de participación de los Consejos escolares, la formación permanente del profesorado (incluso de los padres y madres, habría que decir), la compensación de desigualdades entre alumnos de diferente nivel socioeconómico, la atención a la educación infantil, la iniciativa privada en la creación de centros escolares, los principios de economía social y algunas más.
Verdemar se configura, ya desde los primeros años de su funcionamiento, como modelo absolutamente original: ni era un centro público sometido a las limitaciones del control directo y total de la administración, tampoco era un centro nacido de una congregación religiosa, ni era, en absoluto, una empresa con fines lucrativos. El hecho de constituirse como cooperativa 48 1970 – 1980 no fue tampoco casual. Incluso, aunque años más tarde tuvo que enfrentarse a la alternativa de ser cooperativa de trabajo o de consumo, en los primeros años de andadura, los que sirvieron para fraguar su personalidad propia, no existía tal dualidad. Verdemar era una cooperativa, más en el sentido semántico y etimológico que en el jurídico, porque eran, éramos, todos para todo. Había roles diferenciados, pero no había categorías, en el sentido en que hoy se entienden los títulos y lo cargos. Resulta curioso confirmar, al revisar las memorias que trato de presentar, cómo algunos de los recuerdos más intensos de quienes vivieron aquella década, ponen el foco en aquellos fines de semana en que todos se encontraban para echar una mano en las obras de mantenimiento y la mejora de aquella casa.
Lo mejor para nuestros hijos. Esa fue su única razón de ser y su horizonte.
Verdemar nació en Maliaño. Y volvió a nacer, unos años después, en San Román de la Llanilla, cuando dio su primer estirón de crecimiento. Y volvió a nacer unos años más tarde, esta vez en Barcelona, en el centro L’Horitzó, donde un primer equipo de conquistadores experimentamos en vivo la pedagogía modelo educativo de Verdemar.
De allí fueron importadas piezas fundamentales, como el texto libre, la correspondencia escolar, las asambleas de clase, la imprenta, los planes de trabajo. De allí vinieron los principios pedagógicos del tanteo experimental, el aprendizaje en contacto con la realidad y los principios cooperativos que se concretaban hasta en aspectos tan relevantes como que los libros de texto y todo el material escolar fueran de propiedad y uso colectivo.
Por allí pasó, en sucesivas oleadas, todo el personal docente, y fue recibido con tal grado de convicción el modelo que no solo se aplicó con entusiasmo, sino que, incluso, muy pronto, Verdemar se convirtió en un foco difusor del modelo para otros centros escolares.
Todos estos ingredientes se fueron cocinando en la segunda mitad de la década, convirtiéndose en señas de identidad y
haciendo de Verdemar, ya desde esos años, uno de los centros educativos más prestigiosos de nuestra región.

1980 - 1990
Cuando se abrió la década de los 80, Verdemar llevaba doce años de andadura a lo largo de los cuales se había configurado ya como un centro educativo diferenciado en el que la propuesta empresarial (sociedad cooperativa) y la pedagógica (Freinet) se complementaban y potenciaban mutuamente, puesto que la cooperación es en ambas valor universal y eje transversal de todas las actuaciones.
Las reflexiones y recuerdos de las personas que, desde diferentes perspectivas escriben este capítulo, se enmarcan en esa confluencia de valores.
Del testimonio de los exalumnos, deriva que Verdemar es, en estos años, una escuela en la que crecer y aprender constituía un trabajo para el que se encontraba fácilmente ayuda y colaboración de los adultos, a lo que se sumaba que las muchísimas horas de aula y patios sirvieron para hacer amigos y amigas, un tesoro impagable, que hoy aún lo son.
Verdemar es, también, nos cuentan, un buen centro para ser padre y madre dado que aquí su presencia se considera imprescindible no solo para ayudar y colaborar eventualmente sino para debatir y compartir con el profesorado estrategias tendentes a obtener el mayor desarrollo personal e intelectual de sus hijos. Lo que no era en absoluto frecuente en aquellos años.
Verdemar es, además, un buen lugar para aprender el oficio de profesor. Quienes aquí llegamos descubrimos la pedagogía del afecto, la filosofía del respeto, la perspectiva optimista sobre las capacidades y cualidades de los chicos y chicas, la democracia, la imprescindible confianza que debe sentir quien aprende. También aprendimos a reunirnos, de hecho vivíamos reunidos.
Y para cerrar el círculo, Verdemar se configura como Centro en el que el Personal de Administración y Servicios (PAS) se siente implicado y comprometido ineludiblemente en el funcionamiento general.
El principio de que la tarea educativa atañe a todos los que tienen contacto con el alumnado por una parte y el peso de su trabajo específico por otra, hace que el PAS esté incorporado a los órganos de organización, representación y gestión del Centro, como el Equipo de Coordinación, el extinto Consejo Social y, más adelante, el Consejo Rector de la nueva cooperativa. 132 1980 – 1990 De hecho, personal docente y PAS acometimos juntos, en los últimos años de esta década, el mayor reto que se nos podía presentar: aprender a gestionar la cooperativa.
En este punto, Verdemar también es diferente. La abrumadora mayoría de las cooperativas de enseñanza de trabajo asociado del Estado español están integradas exclusivamente por personal docente.
Pero Verdemar necesitaba afianzarse como empresa. Urgía adquirir una solida base empresarial que sostuviera todo lo demás. El principio no hay pedagogía sin economía no siempre era bien comprendido.
En este sentido, destacamos a José Luis San Emeterio que dedicó, como Presidente, un gran esfuerzo a la reestructuración y consolidación de la Cooperativa y que, asímismo, haciendo honor al principio 6º de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), que establece la importancia de la cooperación entre cooperativas, participó directamente en el nacimiento de la Unión de Cooperativas de Enseñanza de Cantabria (CANTECU), de la que fue su primer presidente.
Pancho Meng, profundizando en la misma línea, mantuvo durante su presidencia un triple objetivo: fortalecer los criterios de gestión empresarial a efectos de lograr rentabilidad y afianzamiento financiero; potenciar el edificio pedagógico de Verdemar; y promover la cultura de empresa entre los trabajadores a efectos de su progresiva mayor implicación en la gestión y gobierno de la Cooperativa. Los resultados de esta política sobrevinieron muy pronto. En los últimos años de la década, Verdemar era pedagogía y, además, era una empresa sólida. Lo que facilitaba mucho la solución del tercer problema: la gestión en el futuro.
Y en este punto, en Verdemar, reapareció de nuevo la generosidad de los inicios. En el año 1991, los fundadores y socios de la Cooperativa de Consumo Verdemar, renunciaron, en un contexto de extraordinaria discreción, a todos sus derechos y traspasaron la titularidad al personal docente y de administración y servicios, dando origen a la actual Sociedad Cooperativa de Trabajo Asociado Verdemar.
Se consumó así un antiguo, pero complejo, objetivo: que la empresa quede en manos de todos los que trabajan en ella.
Transcurridos ya más de veinte años, seguimos agradeciendo sinceramente aquel enorme gesto de confianza.

1990 - 2000
Nos encontramos en un tiempo de reformas en materia educativa. En los años del cambio, con el gobierno socialista al frente del Estado español, llega la reforma educativa, algo que toda la población estaba esperando y en la que se habían puesto grandes expectativas de poner en marcha un currículo progresista y renovador del sistema educativo. La LOGSE inicia su andadura, tratando de apostar por el desarrollo de las capacidades y actitudes de un alumnado que debía vivir y construir su vida en una sociedad moderna, donde se plasmaran de una vez por todas, los parámetros de la renovación de la escuela tradicional de la que habíamos conseguido salir.
La vida en democracia iba consolidándose y Verdemar también. La reforma educativa traía consigo un incremento del tiempo de permanencia en la escuela con la prolongación de la enseñanza obligatoria, pasando de ocho a diez años la estancia en la escuela, es decir, desde los 6 hasta los 16 años. Esta exigencia obligaba a replantear la estructura de Verdemar, esto es, o bien seguir como centro de Educación Infantil y Primaria o bien asumir el reto de la Educación Secundaria Obligatoria.
En el curso 1992/93 se organiza y celebra el XXV Aniversario del Colegio; un buen número de colaboraciones y festejos de todo tipo se produjeron en torno al proyecto educativo. Fue una celebración dirigida a conseguir ciudadanos y ciudadanas capaces de reflexionar, leer, elegir, juzgar. Si bien, no hay que olvidar que cierta influencia academicista se colaba por una de las puertas de un Centro educativo que ya tenía cierta popularidad y trayectoria para avalar éxitos, no solo educativos, sino también académicos.
En 1996 se produce un importante cambio político y José María Aznar irrumpe con una mayoría absoluta en el gobierno de España, volviendo a cambiar las leyes educativas. Las consecuencias que este fenómeno provoca en la educación son de sobra conocidas por la alternancia que produce también en materia normativa, mientras que lo deseable en este y en casos semejantes hubiera sido proteger la educación mediante grandes acuerdos nacionales sellados entre todas las fuerzas políticas.
En Verdemar, a partir de la segunda mitad de la década y sobre todo en 1998, llega profesorado nuevo, principalmente con el objetivo de continuar la labor pedagógica en la etapa de Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Se trataba de un profesorado formado durante esa década en la universidad española con un perfil de licenciatura, y con escasa formación pedagógica, habiendo cursado solo lo que se denominaba Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP). Sin embargo, los valores humanos del profesorado eran de una realidad palpable.
Freinet decía: “La escuela no debe desinteresarse de la formación moral y cívica de los niños y niñas, pues esta formación no solo es necesaria, sino imprescindible, ya que sin ella no puede haber una formación auténticamente humana”. Pues bien, eso mismo trata de conseguir Verdemar desde la configuración de su profesorado, lo que significa seguir avanzando en su camino de extender la razón, la experimentación, y cultivar las relaciones personales y sociales, dando forma a la continuidad de la pedagogía Verdemar en el tiempo.

2000 - Hasta nuestros días
Podemos considerar esta década como la del cambio. Comenzamos con el cambio de siglo, que supuso una gran preocupación; había un temor universal porque este cambio supusiera una pérdida de toda la información guardada en los sistemas informáticos.
En Verdemar, todos sus miembros, a su vez hemos tenido una gran inquietud debido a la ausencia por diferentes motivos (sobre todo las jubilaciones) de las personas que habían soñado, creado y desarrollado su idea de educación con el espíritu Verdemar.
Nos encontramos en un momento de cambio y renovación; el profesorado se está rejuveneciendo, lo cual es una gran alegría, porque todos tienen grandes ideas y expectativas para Verdemar; pero también nos ha causado miedo perder los ideales de nuestro comienzo. Esta situación nos ha hecho revisar y recoger toda la información que nos parece necesaria para poder continuar.
Se ha creado una conciencia generalizada en todos aquellos que comenzaron por transmitir el sentido de todo el trabajo
realizado desde sus inicios y en los que ahora están y van a crear su futuro, en comprender y mantener ese espíritu.
Como dice Miguel de Unamuno: “el progreso consiste en el cambio”. Y claramente eso es lo que destaca en esta década, el cambio lo abarca todo. La sociedad ha pasado de una educación autoritaria a otra más permisiva que debe fundamentarse en el respeto, la ternura y el afecto.
La tecnología es otro gran cambio que ha invadido de manera exponencial todos los niveles de nuestra vida. La televisión ejerce gran influencia en la educación de las nuevas generaciones, no tan adecuadamente como cabría esperar, porque a la vez que nos aporta muchas y variadas informaciones así como la posibilidad mucho mayor de poder elegir qué ver, nos bombardea con una gran cantidad de programación que podemos considerar telebasura porque no proporciona ningún valor adecuado, sino que incluso envía mensajes equívocos a los jóvenes: hay que ser famoso, hay que conseguir éxito y fortuna aunque tengamos que vender nuestra intimidad y nuestra dignidad.
Los móviles e internet, han entrado en nuestras vidas de una manera tan rápida y sorprendente que nos han abierto una ventana al mundo, una posibilidad de trabajo y acceso a la información increíble; pero va mucho más rápido que nosotros, que viendo desde el principio sus asombrosas posibilidades, debemos desarrollar recursos para analizar y solucionar los problemas que nos puede crear su uso inadecuado.
Esto ha llegado a Verdemar, por supuesto, las nuevas tecnologías, las pizarras digitales en todas las clases, internet (con
sus problemas de conexión ajenas al Centro) pero también han llegado algunos de los problemas de su desconocimiento y uso inadecuado, exigiéndonos por una parte una constante renovación y un cuidado y nueva educación al alumnado.
El cambio llega también a los más pequeños, con la irrupción de las videoconsolas que ha modificado la forma de juego tradicional, pasando a un juego más individual, menos participativo y menos creativo.
En cuanto al paso de diferentes gobiernos también ha supuesto el cambio de leyes de educación, LOCE primero y posteriormente LOE.
Para las cooperativas de enseñanza de Cantabria, en la que nos hayamos inmersos, el cambio ha supuesto la creación de ACES-Cantabria, para unir esfuerzos y defender nuestros derechos. Esta unión ha conllevado la creación de las jornadas intercooperativas con el alumnado que han resultado muy enriquecedoras.
La apertura al mundo no solo la hemos realizado de una manera virtual, sino que también ha supuesto una actuación
personal mediante los intercambios realizados a partir de las segundas lenguas extranjeras impartidas en Secundaria
en Verdemar, francés y alemán. Un intercambio bianual con alumnado de esos países, no siempre se ha podido llevar a cabo por problemas organizativos, pero en general se ha realizado y ha abierto ya no ventanas sino puertas al mundo a nuestros alumnos y alumnas.
También ha contribuido a esto Primaria con el programa Comenius que nos ha permitido visitar Italia y Francia. Estamos en una sociedad intercultural, y esto también se ha visto reflejado en Verdemar con la llegada de alumnado inmigrante,
y aunque el número de alumnos no ha sido muy grande, su presencia sí que ha sido importante para toda la comunidad.
Pero no todo van a ser cambios, en esta década hemos vuelto a nuestras raíces con el aprendizaje cooperativo donde el
alumnado de diferentes niveles se ayudan e intercambian aprendizajes. Así mismo, hemos continuado con la participación de las familias en nuestra labor educativa, su colaboración en talleres, charlas, o en la actividad Soy Profe, la cual es muy valorada tanto por los alumnos y alumnas como por el profesorado.
En definitiva, ha sido una década en la que hemos puesto la vista en nuestro pasado para avanzar en nuestro futuro, porque como dijo Eleanor Roosevelt: “el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños”.
