La espera mereció la pena y después de un primer intento, afortunadamente pudimos disfrutar de un sol espléndido. Fue increíble visitar el bosque de Secuoyas, descubrir construcciones con ramas, palos, hojas… y comernos un bocadillo en lo alto del Monte Corona, disfrutando de un camino entre castaños, hayas, robles… y llenando las bolsas y bolsillos de castañas, palos y todo lo que encontrábamos. Como colofón de una buena magosta, no podía faltar una gran hoguera con un cazo lleno de castañas, y una preparación previa del cucurucho de papel para disfrutar de unas ricas castañas asadas.
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